Rumbo a Sanlúcar


De nuevo amaneció en el puerto de Chipiona un día gris y lluvioso. Decidimos zarpar con la embarcación auxiliar, la “Charrancito Pro”, rumbo a Sanlúcar de Barrameda, bordeando los corrales de pesca, construcciones usadas como método de pesca tradicional que data de la época romana y que hoy se usa de forma artesanal con obtención de licencias. Nuestro objetivo era documentar en la medida de lo posible los desembarcos que realizan en la lonja sanluqueña tanto la flota de Sanlúcar como la de Chipiona. Allí pudimos observar lo reacios a conversar que se mostraban algunos de los que allí trabajaban en labores de limpieza y mantenimiento, debido a la desconfianza que producían en ellos nuestras cámaras de vídeo y fotografía. Sabían que algo de lo que hacían no estaba bien, y no querían problemas. Incluso llegaron a advertirnos de que no podríamos entrar en el interior de la lonja con las cámaras.

Ya de regreso al diosa Maat, con la pleamar, pudimos deleitarnos con las piruetas y picados de los charranes que pescaban boquerones frente a los corrales de Chipiona.

El velero dejó el puerto por la tarde y continuamos todo el trayecto hacia Cádiz con el censo de artes caladas, contando un elevado número de trasmallos, muchos de ellos ilegales, y algunas trampas y palangres.

También tuvimos la suerte de presenciar, ya con un cielo despejado, un método de pesca más antiguo que cualquiera de los que se emplean actualmente, y menos dañino que cualquiera: el pirateo aéreo que practicaba la pardela mediterránea que se cruzó en nuestro camino para intentar robar un bocado de pescado a un charrán bastante ágil.

Llegamos a Puerto América con la noche ya entrada, y todos demasiado cansados como para asegurar que volveríamos a navegar al día siguiente.

David Costalago Meruelo.

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