Puerto de Mazagón

Fueron muchas horas las que esperamos hasta que vimos la luz del palo mayor asomarse por encima del malecón del puerto de Mazagón.

Eran las cuatro y media de la madrugada del 11 de abril cuando llegó por fin a puerto un velero azul oscuro, casi negro, como queriendo pasar desapercibido entre la bruma nocturna.

Poco después de que el sol empezara a asomarse entre las nubes, ya estaba de nuevo el motor en marcha, y pusimos rumbo a Chipiona sin saber aún lo que esa mañana nos depararía.

Unos pocos minutos de navegación bastaron para empezar a avistar a nuestro babor un grupo de unos diez barcos faenando a escasa distancia de la costa con el llamado arte del richiu o rischio, una draga hidráulica de origen italiano (donde ahora está prohibida), utilizada para la captura de la chirla, especialmente en aguas onubenses, y que, además no ser lo bastante selectiva con el tamaño de los bivalvos, impacta de manera directa sobre langostinos y otros decápodos y sobre peces planos de los fondos blandos, sin mencionar los distintos efectos indirectos sobre la zona y la fauna demersal que la habita.

Cerca de los barcos nos topamos con boyas que marcaban la posición de nasas, iniciando así un transecto a lo largo del cual llevaríamos a cabo el censo de las artes menores que encontráramos calados, y comprobando como en muchos casos estaban colocadas sin la licencia obligatoria correspondiente.

Y fue en ese momento cuando, casi repentinamente, nos vimos rodeados de un grupo de casi un centenar de delfines mulares con sus crías, saltando y cogiendo las olas que nuestra quilla dejaba a su paso y que nos acompañaron durante el tiempo suficiente para que pudiéramos observar el enorme banco de espáridos del que, posiblemente, se estuvieran alimentando, y que, a su vez, habían acudido a la zona atraídos por la removilización del sustrato que los barcos marisqueros habían producido. Tampoco podían faltar en un momento así las oportunistas aves marinas. Todo un espectáculo de la interacción entre distintas especies del que pudimos ser testigos a bordo del velero.

Casi dos horas después retomamos nuestro rumbo para continuar con el censo, contando un alto número de nasas, además de trasmallos, y llegando a Chipiona sin mayores incidentes.

David Costalago Meruelo.

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