Reflexiones a bordo de la Diosa


La madera cruje, se tensa y suena en la mar. Cuando es barco y no es puerta, ni mesa, ni casa. Cuando es ella contra todo lo demás, y es lo único que tenemos. La Diosa nos cuida y nosotros hacemos lo que podemos con ella. Se tambalea cada vez que se embarca la mala energía y no es capaz de salir por ninguna de las escotillas. Nos aproamos al viento como si sacáramos pecho mientras estamos muertos de miedo. Quizás este es el sentimiento de aprender, o quizás son cosas “que no tenemos por qué aguantar”. Pero la Diosa se siente hogar, eso lo sabe. Se siente rutina en la incertidumbre y en el caos, se siente punto de partida y de referencia, se siente que pase lo que pase siempre tendrá un lugar en un espacio de cada una de nuestras vidas [aunque aún no sepamos si por éxito, o por desastre].